En primer lugar, el p. Antonio Royo Marín en su obra, Teología de la salvación, afirma dos cosas importantes respecto al misterio de la predestinación:
1. Dios quiere sinceramente que todos los hombres se salven. Consta expresamente en la Sagrada Escritura (1 Tm 2,3-4).
2. En su consecuencia, Cristo murió por todos los hombre sin excepción. Consta también en la Sagrada Escritura (2 Co 5,15) y ha sido expresamente definido por la Iglesia (Dz 1906).
La presciencia por su parte, es un don de Dios con conocimiento ”seguro” de las cosas futuras, mediante una predestinación de amor ya que el Señor no hace nada, que no tenga que ver con la salvación de las almas.
Dios ya conocía desde la ETERNIDAD donde iría colocada hasta la mas pequeña piedra.Y si Dios cuida así de los elementos, que no hará con sus criaturas que son hechas a su imagen y semejanza.
El Salvador del mundo, es todo amor, pues nada deja al azar, sin que el antes haya visto, que resultado tiene todo.
COMO CONCLUSIONES
En virtud de su voluntad salvífica y en atención a los méritos de Cristo Redentor, Dios ofrece siempre a todos los hombres las gracias necesarias y suficientes para que de hecho puedan salvarse si quieren. Es un error gravísimo creer que Dios predestina al mal: Es realmente una TRANSFERENCIA DEL MALIGNO O SEA DE SATANÁS Y SUS DEMONIOS.
La salvación es don de Dios: “Que algunos se salven, es don del que salva; pero que algunos se pierdan, es merecimiento de los que se pierden” (Dz 318).
Los condenados se auto excluyen de la salvación: “Ni los malos se perdieron porque no pudieron ser buenos, sino porque no quisieron ser buenos y por su culpa permanecieron en la masa de condenación”(Dz 321).
La salvación, con el auxilio divino, es posible: “Porque Dios no manda cosas imposibles a nadie, sino que, al mandar alguna cosa, nos avisa que hagamos lo que podamos y pidamos lo que no podamos y nos ayuda para que podamos” (Dz 804).
La predestinación y la presciencia en la obra de Dios no es mas que una misma cosa, que es una forma de expresar el resultado de nuestras acciones de forma global y total - ya que la vida tiene un final constituyendo nuestro cielo o nuestro infierno, el mismo que hayamos decidido de forma libre “por nuestra voluntad “.
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